Los “deberes” de los alumnos, en horario escolar, son: comportarse, atender, respetar, aprender, razonar, trabajar, exponer, memorizar, convivir, obedecer, deducir, concluir, observar, verificar, ayudar… Todo ello conforman “las competencias y los estándares de aprendizaje evaluables” (la maldita y cursi LOMCE) que se les exigen a nuestros alumnos. Esos son sus deberes, su trabajo, como “trabajadores del aprendizaje” que son.
Los “deberes” de esos mismos alumnos en cuanto suena la campana de salida del centro, son obedecer, respetar, cuidar, ayudar, amar, colaborar, disfrutar, convivir, crecer, madurar, aprender… Todo ello son los aspectos que convierten a un niño en buen hijo, hermano, nieto, sobrino; a un menor en un ser humano adulto respetuoso y respetable.
Escuela y familia comparten objetivos y pretenden fines paralelos, que a veces se cruzan y hay que ser muy cuidadosos para no solapar unos las tareas y exigencias de los otros.
En el tiempo no lectivo de los alumnos, son las familias las que determinan cuáles son los “deberes” de sus hijos. En unos casos pueden coincidir con los deberes escolares, si hay tiempo y la familia lo acuerda, pero no en todos. Sobre la obligación de los deberes escolares debe prevalecer la devoción (también obligación) de colaborar en casa, compartir tiempo con padres y hermanos, visitar a familiares, acompañar a hacer la compra, ayudar a preparar unas croquetas, disfrutar con una partida al parchís con sus hermanos, pasear en bicicleta, acudir a actividades extraescolares varias, aprender en la ludoteca, relacionarse en el parque, ver una película con sus padres, escuchar las sentencias e historias de los abuelos… Esos son los deberes de los niños fuera del horario escolar, y su no cumplimiento también les puede pasar factura en el futuro.
En el tiempo libre de los menores, sólo deben decidir los padres. Como trabajadores, no permitiríamos la injerencia de nuestro patrón sobre nuestro libre y si la situación se repitiera en el tiempo y amenazara con menoscabar nuestro tiempo libre, nuestra vida familiar, acudiríamos al sindicato. Pues el sindicato de los menores son sus padres, y están en su derecho de defender el derecho al disfrute, al ocio y a la vida familiar de sus hijos, con una huelga o con un “rodea el colegio” si es preciso.
Cuando las familias se ven obligadas a recurrir a medidas tan extremas es porque ya lo han intentado todo y no ha funcionado. Han hablado con el tutor, los profesores, el equipo directivo, el inspector… y ya sabemos cómo reaccionan muchos de estos elementos. ¿No querías café? Pues tres tazas, con el agravante de coger manía a niño y familia.
Los deberes se alejan, en muchas ocasiones, del fin que pretenden, y no se mandan para que el alumno profundice en el aprendizaje que se aborda en el aula, sino que son los tentáculos de algunos profesores pulpo-dictadores que se extienden para que quede claro que en la relación de enseñanza-aprendizaje, quien manda son ellos. Que la pieza clave de la comunidad escolar, la sustancial, es el profesor de Mates, de Lengua, de Inglés… y el problema surge cuando todos ellos rivalizan por ver quién manda más, quién es más exigente, duro, intolerante, castigador, como si en ello les fuera el prestigio profesional.
Si el de Sociales manda 5 ejercicios, el de Lengua, al entrar en el aula, decide que 10, que para eso su materia es instrumental. Y más tarde el de Inglés, vista las tareas del anterior en la pizarra, decide que 20, porque el aprendizaje de lenguas extranjeras es lo sustancial en la vida de cualquiera. A todo ello, los de Tecnología, Música, Plástica o Educación Física, demostrarán que sus materias no son menos (malditos complejos) y sacarán su orgullo a relucir, mandando para el día siguiente, 3 fichas con el desarrollo de los dodecaedros a mano alzada, la composición de una sonata para flauta dulce, un puente levadizo con mecanismo hidráulico y la perfecta ejecución de un tango.
Mención aparte merecen los profesores que fijan las fechas de examen siempre en lunes o el siguiente día lectivo después de un puente. Nada hay que satisfaga más el ego de algún docente, que saber que algunas familias no han podido disfrutar de una escapada a visitar la Alhambra de Granada, porque el niño tenía la recuperación de Naturales tras esos días festivos.
En muchos centros los deberes escolares no son lo que debieran ser los deberes escolares y nuestros alumnos y sus familias pagan por ello. Familias que pasan tardes enteras en casa, ayudando o no al niño a concluir sus tareas escolares, obligaciones que muchas veces suponen otra jornada académica completa. En la escuela, profesores y maestros reprochan a las familias que no se implican en la educación de sus hijos, que no comparten tiempo con ellos, que no les leen cuentos, que no juegan… y es muchas veces la escuela la que impide todo eso.
Los profesores se quejan de que los niños no leen, olvidando que quizás se les haya hecho odiar la lectura. Que no van motivados a la escuela, sin pensar que quizás ellos sean parte del problema. Cada vez hay más fracaso escolar, más abandono escolar temprano, más casos de fobia escolar y trastornos de ansiedad. Quizás ha llegado el momento de reflexionar sobre todo ello sin entrar en rivalidades.
¿Han deducido ustedes que estoy en contra de los deberes? Se equivocan, estoy a favor. Estoy a favor de los deberes con medida, con tino, organizados desde la escuela para evitar situaciones como las expuestas. Expertos en educación indican cómo se consigue que los deberes realmente propicien el aprendizaje, la adquisición de hábitos y rutinas y la responsabilidad y madurez del alumno. Los deberes deben ser:
- progresivos
- adecuados a la edad y nivel de desarrollo
- relacionados con la programación de aula
- asequibles y asumibles por el niño
- que no precisen de la necesaria intervención de un adulto (malditos puentes y elevadores hidráulicos)
- con tiempos flexibles de cumplimiento
- evaluables, pero no calificables.
Todo ello se resume en: el niño hará sus deberes, será capaz de hacerlos solo o con la ayuda eventual de sus padres, no se sentirá angustiado por tareas excesivas y le quedará tiempo para su vida familiar. Si un día no puede hacerlos porque tiene cosas más importantes que hacer, una nota del padre o la madre dirigida al tutor excusará su incumplimiento con la tranquilidad de que no va a suspender Lengua ni va a ser castigado en clase porque la tarde anterior hayan ido a visitar a los abuelos que viven en otra localidad.
Los profesores, tan acostumbrados a planificar, programar, revisar y evaluar, deben ser capaces de habilitar mecanismos de coordinación pedagógica que permitan el debate y la toma de decisión para que un aspecto tan necesario como las tareas escolares, no pierda su valor.